Fabián es un muchacho de no más de veintitantos años, que lleva una vida entre los sabores y sinsabores del amor, tratando y en el intento de encontrar a la mujer de su vida, en su inexperiencia con las mujeres le toca pasar por muchas aventuras, algunas divertidas, unas trágicas y otras tristes, donde literalmente juegan al ping pong con su corazón. Una divertida novela juvenil, basada en las experiencias de Fabián, que también son las mismas que le suelen suceder a muchos jóvenes de su edad. La mayoría de ellas se encuentran tatuadas en este libro, en la que él nos cuenta su vida con ellas, con las mujeres que perdió por ser un mujeriego. A algunas de ellas, les escribe cartas creyendo poder recuperarlas de alguna forma, las mismas, que por supuesto, no tienen respuesta.

Un amor muy diferente

Un amor muy diferente
Aún recuerdo cuando añoraba tanto la compañía de alguien, cuando reclamaba a los cielos una mujer, alguien que me engría y que me cuide, que me rasque y que haga piojitos en la espalda allí donde mis manos no llegan, alguien con quien pueda tener ese toque de complicidad, atención, compañía, intimidad, tranquilidad y sobretodo inspiración. Y en busca de esa mujer andaba “enamorándome” automáticamente, todo el tiempo y a cada rato. Y lo hacía democráticamente, de todas, sin distinguir. Caía como ave de caza en picada y a toda velocidad sobre mi presa.

Solamente una noche de pasión



Estamos en un bar con vista al río - al famosísimo Río Amazonas – Armando, Braulio y yo, chupando y celebrando quien sabe qué, como siempre, cualquier cosa es buena excusa para tomarnos unas chelas. Me encanta salir con mis patas, mis hermanos, ellos dos completan el trío de mosqueteros bohemios y sinvergüenzas. Sólo con ellos puedo compartir secretos inconfesables, hablar de las intimidades más sensibles y reírme de las más desvergonzadas y atrevidas aventuras. Con ellos puedo sentarme a charlar sin tener que cuidar de mi vocabulario y sentir la libertad de vociferar las vulgaridades que se me antoje. Sólo con mis amigos tengo la complicidad de desviar juntos la mirada ante la presencia de una chica guapa, apreciarla, comentarla y hasta de tomarnos el atrevimiento de piropearla. De hacer concursos de eructos, que por cierto son biológicamente necesarios y de ser el más inmaduro del mundo y no sentir remordimiento alguno por eso.

Cómo me duele quererte



Es sábado por la mañana y me encuentro tumbado en la cama con una reverenda resaca producto de las cuatro botellas (de tres litros cada una) de trago corto (que más parecía alcohol de hospital) después de la pichanga. Mi cuerpo no ha soportado la tranca del fin de semana y ha caído abatido, extenuado, destrozado presa de un dolor general en todo el cuerpo, la cabeza me esta por explotar y me duele hasta el pelo. Es toda una tortura. Juro no volver a tomar nunca más (al menos por esta semana).

No se si lo que más me molesta es el decaimiento temporal de mi salud o esta puta inutilidad y dependencia o la sensación de estar más solo que un naufrago en una isla perdida. Hace tiempo que no añoraba tanto la compañía de alguien. No tengo ni siquiera un perro que me ladre. Es en momentos como estos que reclamo a los cielos una mujer, alguien que me engría, que me cuide, que me llene de mimos, que me de delicados masajes en todo el cuerpo, que me acaricie la cabeza, que me acurruque, que me cante una canción para dormir, que me rasque la espalda allí donde mis manos no llegan, alguien con quien pueda tener ese toque de complicidad, atención, compañía, intimidad, tranquilidad y sobretodo inspiración.

Una noche de disco, sexo y mentiras



Llego al Asia, son las once, es un sábado en la noche, me acompaña Manolo, un amigo de la chamba. Previamente habíamos tomado un poquitín, yo suelo ponerme tímido cuando bebo alcohol, en realidad más tímido de lo que normalmente soy, solo me limito a observar a las chicas bonitas del lugar mientras Manolo las gilea con piropos y miradas mañosonas, a mi solo me gusta mirar, escuchar, prefiero no hablar, me quedo mudo, es que soy un borracho tonto, evito hablar para no sentirme luego como un idiota después de haber dicho alguna estupidez.

El Asia no esta muy lleno, en la puerta esta uno de los dueños, el tipo es medio extraterrestre, es gay, saluda de manera efusiva a Manolo, le hace una broma pendeja y luego me saluda con mucho respeto, es evidente que no soy su tipo, pues hace como si no estuviera y sigue conversando con Manolo, que muy discretamente le toca un lado de nalga. El dueño a pesar de su indiferencia parece buen tipo, buena gente. Nos deja entrar gratis. Manolo se me acerca y me dice “yo aquí no pago, ya sabes como es la cosa”.

La historia que nunca pude contar



Soy una mala persona, soy un mal amigo, un pobre diablo. Soy un idiota, soy poco hombre, pero por sobre todo soy un animal. Un animal que no respeta nada, un animal que no sabe dominar sus instintos de macho, que tan solo basta la sonrisa de una mujer no necesariamente guapa para lanzarse encima de ella y devorarla, sin importar si aquella mujer tiene dueño. Toda esta porquería de ser es el que se dice llamar “tu amigo”, mi querido Julián. Me siento una basura completa, soy todo un ejemplar de pedazo fecal sometido al sol. Te traicioné con una frialdad y una vileza de las que no me sabía capaz. Yo quería ser tu amigo leal, tu hermano. Violé la ley básica de la amistad: no agarrarte a la mujer de tu amigo.

Hay muchas cosas que tu desconoces, como, la que es ahora tu esposa y la mujer que espera tu primer hijo, fue mi novia hace unos años, tuvimos juntos una relación muy apasionada aunque haya durado muy poco, nos quisimos mucho. Debido a mi inestabilidad emocional y mis aires de galán de barrio, eche a perder una bonita historia de amor que pudo ser. Quizá ya a estas alturas tendría un par de hijos con ella.
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