
Una tarde que estaba haciendo mi programa de radio, se me ocurrió soltar al aire mi correo personal a todos los
ciber oyentes, lo hice con la intención de poder pescar a alguna chica linda con la que me pudiera permitir alguna
aventurilla. Efectivamente de inmediato se agrega una chica, que en medio de la primera conversa me confiesa que ya me conocía, que siempre me veía en el gimnasio, pero que nunca se atrevió a acercarse a mí, vive en el mismo distrito que yo, por la foto en la ventana del
messenger me parece una chica muy guapa, de buen cuerpo, cabellos oscuros y largos, es muy joven. “
Eres muy guapa, pensé que eras mucho mayor… que te parece si nos encontramos en el centro comercial este fin de semana ¿ok?...claro si te deja tu novio” le digo enseguida, ella me responde: “
Estoy casada y amo a mi esposo, pero algún día me gustaría saltarme las reglas y jugar contigo, esta bien acepto la invitación”, respondo “
Yo no respeto ninguna regla y siempre me ha gustado quebrantarlas”. Ese fin de semana no asiste al punto de encuentro, ni en la segunda cita tampoco, me dije de repente me habrá reconocido a lo lejos, no le habré gustado y por eso no se me acercó.
Me encuentro con una copa de vodka en la mano, sentado en la barra de un bar, esperando a esta linda mujer que hace unos meses había conocido a través del messenger, es la tercera cita, yo, fiel al castigo acepte un tercer y último intento de encuentro. La cita fue pactada esta vez para las once de la noche, en un bar de Miraflores. Yo llevo mi mejores trapos, los mismos que solo uso para eventos especiales en los que trato de sorprender a alguien, mi camisita azul, jeans apretaditos para que se pronuncien más aquellos atributos que las mujeres les gusta ver, sobre todo cuando estamos de ida, mis zapatos lucen impecablemente brillantes y el perfume de siempre, es decir estoy hecho un papacito, listo para la acción.
Ya pasa una, dos horas y yo, ya estoy por la media botella tomando pico a pico con mi soledad, en mi cabeza una voz que me dice negativamente: “Eres un imbécil, que iluso fuiste al pensar que alguna mujer quería conocerte, ya ves que ni siquiera se tomó la molestia de darte una llamada, es evidente que nunca tuvo la intención de asistir, eres un fiasco, olvídate de esta tipa”. Yo me sigo sumergiendo en esas copas de vodka, solo pienso terminar borracho bebiendo mi fracaso con las mujeres o quizá levantarme a alguna prostituta, de esas que hay a unas cuadras de aquí.
Después de tanta espera y ya casi borracho, en la puerta del bar logro divisar a una mujer con las características en el vestir de la mujer que espero, pero me doy cuenta que la foto que mostraba en su messenger era de hace 20 años, era una mujer ya pasada de los cuarenta, luce un rostro estropeado por tantas cirugías inútiles, una caricatura grotesca de aquella foto que mostraba, me disgusta que me haya mentido, pienso en no verla esa noche, ni ninguna otra, me parece una loca peligrosa, como pudo mentir vilmente de esa manera. Me logro esconder entre la gente, me escabullo del lugar y voy al bar de al lado.
Otra vez frente a la barra de un bar, ahogando mi mala suerte. “Un pisco sour por favor” dice con una suave y temblorosa voz una mujer, al mirarla parece triste, tiene los ojos ausentes, perdidos e hinchados de tanto llorar, es muy guapa, tiene el cabello claro, desordenado y alborotado, es poseedora de una exótica belleza gitana, el rostro invadido por una extraña melancolía, viste muy bien a la moda, collar y anillos muy caros, unos tacos que deben costar un ojo de la cara, cuando abre la cartera puedo ver sus numerosas tarjetas de crédito, me sorprendí porque yo apenas llevaba un billete de cien en los bolsillos de mis desgastados pantalones. Antes de que trate de pagar, le digo:
No te preocupes, yo invito – la miro fijamente a los ojos, pero ella me evita, tiene vergüenza que la vea con los ojos húmedos.
Gracias, pero no gracias, puedo pagarlo – me responde fijando la mirada en el vaso y desviandola para mirarme de pies a cabeza con cierta soberbia.
Ya pues, en serio, déjame pagar al menos la primera, ok? – insistí.
Bueno, gracias.
Mi nombre es Fabián… – le estrecho la mano.
Ana María – sigue sin mirarme.
Al parecer nos fue mal esta noche – digo tratando de armar conversación.
Parece que si.
A mi me plantaron, por tercera vez, y estoy aquí tomando como un tonto, decepcionado de alguien que ni siquiera conozco personalmente, sin saber si es bonita o fea, flaca o gorda… o lo que es peor quien sabe si será hombre o mujer – logro sacarle una sonrisa con mi mentirilla, pero que linda sonrisa tenía guardada detrás de tanta tristeza.
Tu si que eres tonto jajaja, no se por qué lo hombres son así de tarados.
Si, es verdad somos unos trogloditas, ¿pero a ti qué te pasó? – sonriéndole y haciendo brindis con las copas y siento que ya entramos en conexión.
Problemas con un tipo, mi enamorado o mi ex, aaaay!!! ya no se ni lo que es…la cosa es que este imbécil es un completo y perfecto idiota, un egoísta, un patán y un acomplejado – dice esto con cólera y mirando al vacío, como si estuviera mirando a una cucaracha antes de rociarla con aerosol tóxico, pero pensaba en él.
Estuvimos en el bar una hora más, ya para las tres de la mañana la invito a ir al cumple de mi amigo Daniel, el mismo que me hizo conocer la mayoria de los prostibulos de la ciudad unos años atrás. Llegamos a la casa, Daniel es muy famoso por sus fiestas organizadas en su inmensa casa, en una zona exclusiva de la ciudad y sé que será difícil salir antes de que amanezca, porque esa casa convoca espíritus inquietos y propicia fiestas inolvidables, borracheras históricas y confesiones de madrugada. Saludamos a unos amigos, al putañero de Daniel y a su novia, todos fuman y beben cerveza. Ana María y yo, despechados, amargados con nosotros mismos, nos damos rienda suelta también y esa noche nos permitimos todos los excesos posibles.
A las seis de la mañana, llegamos al edificio donde vive Ana María, bajamos de su camioneta, en la puerta esta un guardia de seguridad, en su uniforme color café y su gorrita, el moreno la saluda muy afectuosamente y ella le responde de la misma forma. Subimos el ascensor, todo el lugar es muy bonito, nunca antes había pisado un lugar tan lleno de lujos como éste, lo mucho que me da mi profesión es un departamento modesto en La Molina.
Llegamos al piso, al cerrar la puerta tras de nosotros, Ana María me sorprende y me roba un tremendo beso, al que yo respondo con un profundo beso francés, mi lengua juega con la suya, me dice que espere un momento y que me siente en el sofá de cuero blanco en la sala. A los diez minutos, escucho mi nombre desde el otro cuarto, me acerco tímidamente y al llegar al baño, abro despacio la puerta y allí estaba ella, casi desnuda, solo con un hilo dental, en el jacuzzi lleno de espuma, llamándome con el dedo y con sonrisa picara, de prisa me quito casi todo, mis medias no me las puedo quitar, llevaba como amuleto unas medias rotas, las que siempre visto para que me traigan suerte, siento pudor y vergüenza por mis ahuecadas calcetas, me salgo del cuarto de baño, me despojo de aquello y las guardo sutilmente en los zapatos, ya libre de toda prenda y completamente desnudo me meto de clavado entre la espuma, nadando en la belleza corporal de Ana María, es una delicia estar dentro de ella, salir y volver a entrar, jamás pensé que aquella noche pueda terminar de esta manera. Me digo creyéndome lo máximo: “Soy todo un éxito con las mujeres”.
La relación con Ana María inesperadamente se prolonga por varios meses, ahora vivo en su departamento, ella se esmera mucho, es muy atenta conmigo y me asiste en lo que necesite, al parecer se enamoró de mí. Pero yo siento que no la quiero como ella espera que la quiera, soy un egoísta al pensar así, ella me confiesa que quiere formalizar lo nuestro, que yo soy el hombre que estaba buscando, yo solo sonrío hipócritamente, por dentro me horrorizo ante la idea de cortar mis alas aventuras, de pensar de que si siento cabeza, debía pórtarme bien y pertenecer a alguien, “eso no va conmigo” me digo, “yo soy un cazador y siempre será así, soy todo un macho, un mujeriego de primera clase, de aquellos que hay pocos, yo debo tener variedad en el buffet de las tentaciones”. Somos completamente diferentes, ella es estudiante de Psicología en la universidad más cara de la ciudad, yo publicista y escritor (tengo dos pasiones completamente opuestas, bueno, esta es mi vida), a ella le gusta las fiestas a todo dar, yo prefiero quedarme en casa. Ella es muy divertida y soy completamente aburrido, ella busca estabilidad con alguien, en cambio yo amo la libertad conquistando faldas usando mi timidez como estrategia de conquista.
Una tarde que salgo del departamento con dirección a mi oficina, en un paradero cercano conocí a
Alexandra, una joven y guapa chica con la que posteriormente comenzaría una relación. Por estos tiempos yo dicto clases en un instituto,
Ana María siempre va a recogerme a la salida, evito que
Alexandra vaya, para evitarme problemas. Pero sucedio lo que probablemnete tarde o tempreno debía suceder, una tarde inexplicable y
sorpresivamente Alexandra se aparece al instituto, me sorprende con
Ana María, besando y abrazándome, se arma todo un escándalo, después del incidente, yo pierdo el trabajo y también a
Alexandra.
Ya no sigo viviendo con Ana María, aquella noche lloró mucho, ahora solo esta muy enojada, trato de explicarle la situación, le invento un cuento, pero es obvio que no me lo cree, aunque termina perdonándome, me creo muy resabido, pero es evidente que Ana María es mucho más inteligente que yo. Siempre digo que las mujeres son mucho más inteligentes que los hombres, aunque nosotros creamos lo opuesto.
Después de un mes del incidente nefasto con Alexandra, Ana María comenzó a maquinar la forma de cómo vengarse, comienza con los mensajes de texto de supuestos amigos, las salidas repentinas con sus amigas y otras cosas más para comenzar a atormentarme con los celos.
La relación ya no va bien, ella esta indiferente conmigo, así que para remediarlo el día de los enamorados, decido salir más temprano del trabajo, quiero darle una sorpresa con un detalle romántico a Ana María, compro un ramo de flores en una tienda cercana a mi oficina, además unos chocolates y en una tarjeta un poema que escribí para ella, camino a su casa, pienso que este año debe ser diferente, tengo que colgar los chimpunes, ser buen novio, aprender a ser fiel y tratar de hacer feliz a Ana María, que se le merece, es una buena mujer, ya me perdonó varias malas crianzas que me tome la conchudes de perpetrar en su contra, ella sería incapaz de engañarme, siento que la quiero mucho y estoy dispuesto a darle ese hijo que tanto sueña. Le digo al taxi que me deje a unas cuadras del departamento, prefiero caminar un poco, paso por un parque cercano, y veo a una pareja que conversa en medio del parque, a lo lejos no puedo distinguir quienes eran, trato de acercarme lo más que puedo, la mujer levanta la mirada, y de pronto descubro que era Ana María, me sonríe y me saluda con un beso, me presenta al tipo, se llama Fernando, un tipo no muy alto, no es feo, cabello corto y oscuro, peina parecido a mi, me siento celoso, no puedo evitar sentirme así, veo cierta complicidad en sus miradas, me siento burlado en mi orgullo de macho, poniendo por los suelos mi reputación de cazador y mujeriego empedernido, sospecho que sucede algo entre Ana María y Fernando. Alguien me dijo que los cuernos duelen diez veces más en el hombre, y ahora siento que confirmo dicha frase.
Esa noche al ver que la relación no va bien entre nosotros y ella me confiesa que ya lleva una amistad muy avanzada con Fernando, decidimos en buenos términos dar por finalizada la relación, pienso que era lo mejor para los dos. Ahora soy libre nuevo, libre para cazar y hacer lo que yo quiera, nos hundimos en un profundo beso francés como despedida, tal cual al que nos dimos aquella primera noche juntos, nos agradecemos por todo el tiempo juntos. Expando mis alas, digo adiós a esa inolvidable sonrisa que me cautivo la noche que nos conocimos en el bar y ahora solo pienso en reconquistar a Alexandra, levanto vuelo del lujoso departamento de Ana María para no volver en mucho tiempo.