
Después de más de dos años de no saber de ella, hace unos días volví a tener contacto con ella a través del messenger y me contó lo de siempre, que vive sola, que ya tiene veinticuatro años, que odia a su padre, ya dejó de fumar marihuana. Ahora se confiesa bisexual y que quiere también ser escritora, pero le da pereza comenzar a escribir.
Le digo que me gustaría volver a verla, ella me responde con una broma, me dice que para que la vea de nuevo, me enviará fotos. Me manda dos fotos. En la primera se encuentra recostada en una cama lleno de ropa desordenada, con ropa de dormir muy sexy y viendo la televisión. En la otra foto está en una playa del norte, tirada en la arena, con el cabello mojado, en bikini, el pecho descubierto, con la mirada perdida en las olas, se le nota algo triste. Juliana es muy guapa, tiene un cuerpo estupendo y delicioso, ella lo sabe bien. Ella acepta la invitación de vernos personalmente.
Esa misma noche, prendo la computadora, me conecto al Messenger y no hay rastro de Juliana. Le escribo un correo diciendo: “Te estuve esperando toda la noche, estoy muy preocupado por ti, temo que te haya ocurrido algo, por favor escríbeme si esta todo bien, ok?. Te quiero Fabián”.
A la mañana siguiente se conecta y me escribe lo siguiente: “Te pido perdón por no poder ir. No sabes lo que pasó, es que mi cabeza esta hecha un lío, déjame contarte. Estoy enamorada de una chica, se llama Pamela, estoy saliendo con ella desde hace un tiempo, y anoche nos acostamos, es la primera vez que lo hago con una mujer. Pamela quiere que me vaya a vivir con ella en otra ciudad. Pero aquí viene el problema, estoy enamorada también de otra chica, se llama Carolina y es muy linda, quizá más bonita que Pamela, ella se asume como lesbiana, ella tiene más experiencia con las mujeres que yo. En realidad, las dos son muy diferentes Pamela es más dócil, con ella siento que tengo el mando y Carolina es un loca, extrovertida y muy divertida. No se que hacer”.
Yo le aconsejo que se decida por alguna, y si no, que siga con las dos a la vez, pero que ninguna de las dos se deben de enterar. Ella me respondió: “Estas locazo, estas mal de la cabeza como siempre, por eso te quiero tanto”. Esas palabras me dan esperanzas de poder al menos tener una aventura con ella y finalmente de gozar de su deliciosa belleza, pero todo eso se me vino abajo, el deseo se convirtió en temor, temor a su promiscuidad y a su libertad en los goces del sexo y fue cuando me dijo: “Fabián, llegó mi novio y me tengo que ir, hablamos al rato”.